José Antonio Cantón – 29 de junio de 2021 – Codalario
 

«Uno de los conciertos referenciales de la presente edición Festival en el que el esplendor polifónico conseguido fue su más auténtica muestra de calidad y señal de identidad».

Granada, 27-VI-2021. Monasterio de San Jerónimo. LXX Festival Internacional de Música y Danza de Granada. El León de Oro (LDO). Director: Marco Antonio García de Paz. Obras de Francisco Guerrero, Giovanni Perluigi da Palestrina y Tomás Luis de Victoria.

Fermín Rodríguez

   Una de las matinés del Festival que más expectación había suscitado era la que iba a ser protagonizada por el coro asturiano El León de Oro, una de las formaciones vocales de mayor prestigio en nuestro país. Su director y fundador, Marco Antonio García de Paz, desde hace veinte años se planteó desarrollar un proyecto que tenía que surgir con unos cimientos sólidos, esos que sólo se pueden fundamentar en la formación musical desde la infancia, con la puesta en marcha del proyecto Peques LDO liderado por su fundadora, Elena Rosso, que a la vez desempeña la subdirección del coro sénior. Ambos desarrollan una labor selectiva, educativa y artística que lleva a esta institución musical a ser modélica en su clase.

   El resultado se pudo disfrutar con verdadero goce en su visita al Festival ofreciendo un programa con obras de tres de los más grandes pesos pesados de la polifonía del siglo XVI, lo que garantizaba de antemano máxima atracción. Así fue desde el inicio del motete responsorial a cuatro voces Sancta et immaculata de Francisco Guerrero, la primera de tres piezas del mismo autor junto a Sanctissima Maria y el Magnificat quarti toni dedicadas a la Virgen, hasta el salmo Laudate pueri a ocho de Palestrina, una de las creaciones corales más sugestivas, por su dificultad y belleza, del gran compositor lacio que cerraba el programa. Entre ambos surgía con elocuente presencia la figura gigantesca del abulense Tomás Luis de Victoria con su Salve y la Missa Salve, ambas a ocho voces.

 

   Sin entrar en detalles de cada una de las composiciones es obligado hacer un pequeño balance de los vectores interactivos que hacen funcionar a este coro con una eficacia técnica y un sentido artístico envidiables. En una primera percepción hay que resaltar la continuidad mantenida de su canto, curiosamente sustentada en un suave, casi inadvertido, balanceo que hace que las coralistas, de modo especial,  parezcan cantar con todo el cuerpo, asegurando con tan apacible movimiento un efecto que implementa la percepción sónica, reforzando la administración de cada compás de cara al siguiente y posibilitando los factores básicos de control métrico: la antelación a cada estrofa y su respuesta consecuente. 

   Marco Antonio García de Paz ha sabido crear en cada uno de los componentes de este coro ese reloj interno que le permite mostrar un grado de conjunción sorprendente por lo positivo de su efecto. La rigidez de gesto no existe en este músico. Su fluidez en este aspecto determina fundamentalmente la gran expresividad que consigue, que se sustenta en la asunción por cada uno de los coralistas de un homogéneo sentido colectivo del tempo realmente admirable, que elimina de ellos cualquier ilusión de sincronía. Todo está ajustado y medido en este campo con orgánica y vital naturalidad.

   Esto facilita enormemente su afinación y colocación vocales con la importancia que esto significa para proceder con seguridad en la regulación dinámica de emisión de voz, aspecto esencial de la polifonía coral que tan magistralmente quedaba contenido en el selecto repertorio de este concierto. Para ello, la formación también cambiaba de disposición según las necesidades expresivas, buscando siempre un ponderado equilibrio en la respuesta sonora y musical del grupo.

   Sin duda, se podía apreciar en cada uno de los treinta componentes el haber sido elegido buscando el oído absoluto, capacidad de escucha y de progresión musical, cualidades fundamentales en las que se sustenta la admirable tradición coral británica, que detenta y proyecta este género musical a las más altas cotas estéticas imaginables. Para conseguir los efectos deseados, El León de Oro, tiene muy sutilmente automatizada la interacción visual de sus miembros que, de forma instantánea, convergen previamente en la imagen y el pulso de su director, vértice esencial por donde pasa tan importante comunicación, asumido como refrendo  y constatación necesarios.

Fermín Rodríguez

Todo ello facilita la integración humana del grupo, ya que es imposible entender la riqueza del resultado artístico sin ese factor de compenetración que va más allá de una gran preparación técnica, de la que El León de Oro se sirve como muy pulida y necesaria herramienta, lo que se transforma en una habilidad colectiva que ha llamado la atención de figuras en este género musical como es Peter Phillips, fundador del mítico grupo The Tallis Scholars y del exclusivo sello fonográfico Gimell Records, cuando se refiere a El León de Oro con esta contundente valoración: «Es extraordinariamente inusual encontrar un coro grande capaz de cantar música del Renacimiento con tal calidad». 

   Este juicio da una idea de la bondad artística de este concierto que, ante la ovación del público, concluyó con la interpretación del motete Regina Coeli de Tomás Luis de Victoria que se canta en las Completas de los sábados del tiempo de Pascua, que vino a corroborar la orientación mariana del programa. Sin duda, concluía así uno de los conciertos referenciales de la presente edición Festival en el que el esplendor polifónico conseguido fue su más auténtica  muestra de calidad y señal de identidad.