Domingo 14 de noviembre de 2021

Teatro Palacio Valdés

Romería: música para una pasión es una peregrinación musical que nos lleva por el camino del autodescubrimiento. Queremos acompañar con nuestras voces el viaje que recorren los peregrinos que, guiados por su pasión, parten en busca de un templo, pero vuelven con tanto más que, a veces, roza el terreno de lo inefable. Por ello, en las nueve etapas de nuestro camino afrontaremos algunas de las experiencias sensoriales y cognitivas a las que el devoto puede sucumbir en su marcha. Con música, que bien podría haberse oído en la travesía antaño y hoy día y que es a su vez, nuestra pasión, ilustraremos esta travesía que nos cambiará la vida.

PROGRAMA

Destino

Tomás Luis de Victoria (1548 – 1611)

Regina coeli SSABar + SATB

 

Esperanza

Francisco Guerrero (1528 – 1599) 

Ave virgo sanctissima SSATB

 

Redención

Tomás Luis de Victoria (1548 – 1611)

Salve Regina SSABar + SATB

 

Pérdida

Albert Alcaraz (1978)

Ecce quomodo moritur justus

 

Oración por las almas

Josu Elberdin (1976)

Ave Maria gratia plena

 

Llegada

Andrej Makor (1987)

O lux beata trinitas

 

Entre dos mundos

Jesús Gavito (1979)

En toda la Quintana

 

Fiesta

Julio Domínguez (1965)

Cantos Asturianos

 

Baile

Albert Alcaraz (1978)

Fariñona y Marañueles

 

NOTAS AL PROGRAMA

Partimos en la etapa del destino ¡Aleluya! Oh, Regina Caeli. Somos afortunados por poder partir en esta empresa. Cuando volvamos habremos resurgido tal y como el que llevaste en tu seno resucitó. Nuestra voz firme y decidida resuena como las campanas en lo alto de la torre. Partimos.

Al segundo día el cansancio acecha nuestros huesos, pero afortunados de nosotros, vemos la luz, que, como un faro de esperanza, nos atrae y nos brinda las fuerzas llenándonos de ilusión igual que el Ave Virgo Sanctissima, una brillante perla preciosa. Es muy pronto para rendirse.

En nuestra tercera etapa de andanza recordamos aquello que nos apesadumbra y rogamos perdón a la Reina de los Cielos. Le pedimos clemencia: O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria. Ella, misericordiosa, vuelve sus ojos hacia nosotros y elimina el peso que cargamos sobre los hombros. Nos hemos redimido.

Al cuarto amanecer se empañan nuestros ojos. Ecce quomodo moritur justus: “Observen como el justo muere y nadie se da cuenta. Los hombres justos son sacados del paso y nadie presta atención”. Las pérdidas que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida ocupan nuestros pensamientos.

En la quinta etapa abrazamos el pasado por última vez y lo dejamos ir. Rezamos una oración por aquellas almas que nos han convertido en quien somos hoy: Ave maria gratia plena. La belleza y la plenitud inundan nuestros corazones.

Al sexto día vislumbramos la luz del faro de nuestro destino. La luz bendita de la trinidad, O lux beata trinitas, desaparece el cansancio de nuestros cuerpos. Hemos llegado.

La séptima etapa transcurre entre dos mundos. No estamos solos en nuestro destino, hay muchos más devotos, y la celebración transita entre lo religioso y lo profano. Igual lo hace la música, que se oye donde un pequeño coro de ángeles nos invita a transitar entre los más mundano y lo puramente celestial.

Al abrir los ojos la octava mañana ya es de día, tras la ceremonia el pueblo y los caminantes mezclan sus historias y se reúnen para entonar unos cantos populares, Cantos asturianos. Comienza la fiesta.

La música no cesa de sonar, la fiesta ha durado todo el día. Con las campanadas de medianoche nos adentramos en nuestra última etapa. El baile. Hay algo hipnótico en tantos cuerpos moviéndose al compás, el ambiente está extasiado. Somos uno más entre la multitud. Caemos exhaustos. La romería ha concluido. Nuestra pasión… se ha incendiado.