Programa

Andrej Makor (1987)
O lux beata trinitas Arvo Pärt (1935)
The deer’s cry

Z. Randall Stroope (1953)
We beheld once again the stars

Ēriks Ešenvalds (1977)
Stars

Eric Whitacre (1970)
Sainte Chapelle
Leonardo dreams of his flying machine
When David Heard

BIS
Eric Whitacre (1970)
Lux Aurumque

Notas al Programa

Lux caelestis es un poema coral que ilumina la eterna simbiosis entre la Naturaleza, la Espiritualidad y el Ser Humano. El hilo narrativo será la imagen del reloj de arena como ilustración del devenir del tiempo y de la vida misma. Su flujo constante representa de manera simbólica cómo cada momento se desliza incesantemente hacia el siguiente, marcando el perpetuo paso del tiempo. Cada una de las obras elegidas simboliza una partícula que, en conjunto con las restantes, da lugar a ese insondable flujo, núcleo de la propia Naturaleza. O lux beata trinitas de Andrej Makor evoca la luz divina que guía al alma humana, mientras que The deer’s cry de Arvo Pärt nos sumerge en una plegaria de protección y fortaleza. We beheld once again the stars de Z. Randall Stroope rememora la maravilla del cosmos, una contemplación de la inmensidad del universo que nos recuerda nuestra pequeña pero significativa existencia. Stars de Ēriks Ešenvalds incorpora la majestuosidad del firmamento, utilizando armónicos y cristalinas campanas para capturar la belleza y la eternidad de las estrellas. Por otro lado, Sainte Chapelle y Leonardo dreams of his flying machine de Eric Whitacre nos llevan a un viaje a través de la historia y la imaginación humana, desde la magnificencia gótica de la Sainte Chapelle en París hasta los sueños visionarios de Leonardo da Vinci. En When David Heard, Whitacre expresa un dolor profundo y universal, el lamento de un padre por la pérdida de su hijo, una obra que toca las fibras más íntimas del ser humano y su capacidad para el amor y el sufrimiento. Los diferentes elementos que conforman y dan sentido a nuestra existencia son indisociables. El humano, sus anhelos y sus creaciones comparten un ciclo eterno que siempre vuelve a encontrarse en sus orígenes y sus metas. La arena está presente en el mar, en la costa, en los desiertos, en las más altas cumbres, en el corazón de nuestras mejores obras arquitectónicas y, transcendentalmente, en nosotros mismos. Las arenas del tiempo y de la tierra se mezclan en una danza sin fin, recordándonos que estamos hechos de los mismos elementos que constituyen el mundo que nos rodea. Así, cada grano de arena simboliza una historia, un sueño, un logro, una pérdida. En el Génesis, se nos dice: “polvo eres y en polvo te has de convertir”. Esta frase no solo subraya nuestra fragilidad y temporalidad, sino también nuestra conexión profunda con la tierra y el universo. La arena, en su simplicidad y omnipresencia, nos recuerda que, aunque somos pasajeros en este vasto escenario, nuestra esencia está entrelazada con la del cosmos, en un ciclo eterno de creación, destrucción y renacimiento. Ángel Gavela