12/05/2023 / Michael Thallium para Scherzo

©Scherzo

Y llegó la última hora… o casi. Anoche fue el penúltimo concierto de Pablo González como director titular de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE (OCRTVE). Hoy es el último, y la verdad es que a uno le entran ganas de repetir no ya solo por la obra que interpretaron, la Sinfonía nº 2 “Resurrección” de Gustav Mahler, sino porque la ejecución fue digna de la ovación en la que prorrumpió el público al final del concierto.

La Sinfonía plantea unos problemas técnicos que, dada la estructura del Teatro Monumental —¿para cuándo una nueva sede que bien merecen la orquesta y coro?—, el maestro Pablo González resolvió con imaginación al colocar las fanfarrias de trompas, trompetas y percusión entre bambalinas durante el último movimiento antes de esa hermosísima entrada del coro en pianissimo. Esto no es nuevo, ya lo hicieron otros antes, como Sergiu Comissiona en 1994; lo que sí le resultó a uno novedoso es la disposición de los instrumentos en distintas zonas nobles del edificio. Estas son las cosas que el oyente escucha, pero no ve; detrás de ellas hay una labor de equipo muy importante que suele pasar inadvertida. Me consta que para que el resultado fuese óptimo, ahí estaba supervisando, calladamente, Ana Borrego. El efecto sonoro que se logró fue etéreo, otro color más que añadir a la rica paleta de timbres con la que Pablo González pintó el majestuoso lienzo de la Resurrección: con esas sonoras alas, en afán de un ardiente amor, levantó el vuelo hacia la luz para mostrarnos a todos que escuchar es vivir.

La orquesta sonó muy equilibrada dentro de esa dinámica tan mahleriana que va del pianissimo más sublime hasta el fortissimo más atronador. Se mostró muy enérgica en el primer movimiento, Allegro maestoso, donde la muerte está presente desde las primeras notas graves y secas de los contrabajos. Las voces fueron pasando de sección en sección, de un instrumento a otro, límpidas, para el deleite del publico. Excelente pizzicato de las cuerdas en el segundo movimiento, Andante moderato, y muy buen ritmo en el tercero, haciendo honor a las indicaciones del compositor en la partitura: movimiento fluido e inquieto. La llegada del cuarto movimiento, Luz prístina, fue un remanso de paz con la bella voz de la contralto alemana Gerhild Romberger. Muy buena proyección con un timbre penetrante y agradable. El pianissimo en agudo de las dos últimas palabras (selig Leben) fue algo precioso y conmovedor.

Y qué decir del último movimiento que es en sí mismo toda una obra. Casi media hora de música en la que, después de una larga intervención de la orquesta y de esas fanfarrias escondidas en las zonas nobles del Teatro Monumental, termina de sublimarse con la intervención del coro en pianissimo para pronunciar “Resucitarás, sí resucitarás”… Pronto se unió la soprano malagueña Berna Perles quien proyecto la voz con belleza y tuvo un breve dúo con la contralto que resultó excelso. El coro permaneció sentado hasta casi el final cuando todos se levantaron para cantar en forte los últimos versos. Fue un efecto de esos que ponen la piel de gallina. Cuando la orquesta toco el último acorde, tan emocionante, el público brindo a los artistas una gran ovación. Muy ovacionados fueron también el trombón solista Ximo Vicedo, la sección de trompas, la percusión, las dos cantantes solistas y, especialmente, el coro que dirige el maestro Marco Antonio García de Paz.

Lo de anoche fue una demostración, otra más, de trabajo en equipo. Esa atmósfera de colaboración y “buen rollo” entre los maestros de la OCRTVE y Pablo González se percibe en el ambiente cuando uno los ve tocar. Ovación a una orquesta, a un coro y a sus directores. No en vano, será difícil volver a ver trabajar juntos a ese binomio de asturianos que conforman Pablo González y Marco Antonio García de Paz. Entre ambos han puesto muy alto el listón de la OCRTVE. ¡A ver quién lo supera!

Michael Thallium

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