Música para soñar

La OFIL y “El León de Oro” confirman el momento de excelencia del panorama musical

LNE – Jonathan Mallada Álvarez – 11%05/2021 

Tras un año marcado por la reinvención de las programaciones y un énfasis en las obras de pequeño formato para mantener la distancia de seguridad entre los músicos, la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, modélica en su compromiso con la música, acometió la interpretación de “Un réquiem alemán”, un monumento sinfónico coral que, esperamos resulte un símbolo de la progresiva vuelta a la normalidad concertística. Al contrario de lo que sucede en otros réquiems, Brahms no utiliza el habitual texto litúrgico, del mismo modo que el carácter de su misa de difuntos ahonda en una concepción positiva y esperanzadora de la muerte alejada de los formatos más convencionales. Haciendo frente a esta magna obra, la Oviedo Filarmonía y “El León de Oro”, un coro que no está tan habituado a un repertorio de esta envergadura (y que afronta un mes exigente, con la “Novena” de Beethoven a la vuelta de la esquina), reforzado para la ocasión por el coro “Kup Taldea”.

Coro y orquesta formaron una simbiosis musical extraordinaria. Los primeros, bien empastados, con un color muy hermoso y redondeado, sin que la proyección se resintiera demasiado por el condicionante de las mascarillas, logrando un sonido contundente. Por su parte, la OFIL extrajo todo el brillo de la inteligente instrumentación diseñada por Brahms a manos de su titular, para el que enfrentar una obra de estas dimensiones (con solistas, coro y orquesta) no deja de suponer un reto y un paso más en su carrera como director que, vistos los resultados, esperamos se mantenga ligada a Oviedo por mucho tiempo. El onubense, con gesto explícito y pendiente de marcar las entradas del coro, se mostró muy dominador de la masa sonora, manejando a la perfección los cambios de intensidad o la articulación de la coherente obra Brahmsiana ante una orquesta y un coro que no ofrecieron fisuras.

Equilibrados, con buenos balances y manteniendo una afinación impoluta durante los siete números que conforman el réquiem, los luanquinos dejaron momentos efectistas, como las dobles fugas, donde se percibía con absoluta claridad cada entrada e invocación de los temas, y de una honda expresividad en los fragmentos a capella, luciéndose en unas texturas diáfanas, muy delicadas, y en el tratamiento de un volumen nada sencillo.

Por su parte, los solistas mantuvieron el nivel de coro y orquesta. El barítono Enrique Sánchez Ramos, al que debemos agradecer su implicación en el proyecto con tan poca antelación (motivo por el cual terminó recibiendo el reconocimiento de músicos y coristas), si bien muy pendiente de las indicaciones de Macías, se mostró más seguro en los graves y el registro medio, con un fraseo muy marcado. Por su parte, la soprano Vanessa Goikoetxea, mucho más cómoda en sus intervenciones, evidenció un gran relieve y unos pianos muy cuidados con un cálido vibrato.

En definitiva, una orquesta que ha alcanzado un momento de forma excelente bajo el trabajo de su titular, que también continúa su ascenso a pasos agigantados. Unos solistas que, a pesar de las circunstancias, se mostraron a buen nivel, y unos coros magníficos que exhibieron todo su trabajo y saber hacer ante una obra compleja que culminaría enmudeciendo al auditorio ante un silencio sobrecogedor, acaso la metáfora ideal para reflexionar sobre el nuevo e ilusionante panorama musical que se abre ante nuestros ojos.