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"> Empieza la Navidad con Marco y RTVE – El León de Oro

Este fin de semana pudimos disfrutar de los conciertos Música en Navidad desde el Palacio Real de la Orquesta y Coro de RTVE.  A la batuta, nuestro director titular y también del Coro RTVE, Marco Antonio García de Paz, con la soprano Raquel Albarrán y la mezzosoprano Esmeralda Espinosa, que interpretarán piezas de Francisco Guerrero, Juan Sebastián Bach y Antonio Vivaldi.

Pincha en este enlace para ver el concierto en La 2 de RTVE a la carta: Concierto Navidad orquesta y coro RTVE dirigido por Marco Antonio García de Paz

Y aquí os dejamos un resumen y el enlace de la crítica que Michael Thallium ha hecho para la revista Scherzo, que asistió al evento en directo cuando se grabó. Thallium dice así:

«Hagan este ejercicio y quédense con esta imagen si son capaces. Al menos por el momento. ¿Podrán hacerlo? No es fácil. Requiere de imaginación. Imagínense un hombre mayor, elegante, bien trajeado, con corbata. Está sentado en una silla. Imagínenselo. Sus mejillas comienzan a humedecerse, porque de los ojos se le desprenden lágrimas. Él no sabe que ustedes lo están mirando. Se pasa los dedos de una mano temblorosa por las mejillas, con disimulo, como para secar lo que parece manar de la emoción, para que nadie lo vea, una emoción secreta cuyo origen ustedes ignoran y sólo él quizás conozca. Del bolsillo de la chaqueta saca un pañuelo para secar el hontanar de la emoción. Lo guarda. Y de repente, echa la cabeza hacia delante y se cubre con las manos los ojos, apoyando los codos en las rodillas, en silencio. Quédense con esa imagen si son capaces. Quizás más tarde les sirva…

Anoche pudimos disfrutar del habitual concierto de Navidad que Patrimonio Nacional, junto con la Casa de S.M. el Rey, organizó en la capilla del Palacio Real de Madrid. Hipérbole no es lo de ‘habitual’, aunque uno con ligero hipérbaton se lo escriba, pues anoche fueron 37 años los que se cumplieron desde que el primero de estos conciertos navideños se celebrara. Así que ya son, por consuetudinarios, toda una tradición. Y así lo atestiguan, en el programa de mano, las palabras escritas por Ana de la Cueva Fernández, presidenta del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional, quien en un breve texto deseaba una feliz Navidad y próspero año 2023 al selecto público allí convocado y también presentaba a la Orquesta y Coro RTVE, a la soprano Raquel Albarrán y a la mezzosoprano Esmeralda Espinosa. Este elenco lo completaba el organista Daniel Oyarzabal.

Quienes hayan tenido oportunidad de visitar alguna vez la Capilla Real, conocerán la belleza arquitectónica que se despliega ante sus ojos. Partió de un proyecto ideado en 1748 por el arquitecto italiano Juan Bautista Sacchetti (1690-1764), aunque un año más tarde Fernando VI se decantara por el proyecto de Ventura Rodríguez (1717-1785), ayudante de Sacchetti. La capilla se construyó entre 1750 y 1759 —año en que murió Fernando VI— y la ornamentación se encomendó al pintor italiano Corrado Giaquinto (1703-1766). Amén de ser un lugar de culto religioso, dada la afición de Fernando VI por la música, en la capilla sirvieron muchos músicos. Entre 1756 y 1759, el organero andaluz Leonardo Fernández Dávila construyó el órgano destinado a la Capilla, pero como las obras aún no habían terminado, el órgano se almacenó y no se comenzó el montaje hasta doce años más tarde, en 1771. Sin embargo, Fernández Dávila murió antes de poder montarlo. Prosiguió el trabajo otro organero, el mallorquín Jorge Bosch (1739-1800) quien no se limitó al montaje del órgano, sino que lo rediseñó de tal modo que lo convirtió en excepcional. Inventó muchos registros —voz humana en eco, flauta travesera, registros de lengüeta— y lo proveyó de muy amplias posibilidades dinámicas. Y es, precisamente, el sonido del órgano “Bosch” el que abrió el concierto que nos ocupa.

El programa constaba de tres partes bien diferenciadas: una primera a modo de prólogo organístico, otra segunda con obras para coro y orquesta y una tercera con una obra para coro, orquesta y solistas. El aliciente de la noche estaba en ver a Marco Antonio García de Paz dirigir la orquesta y el coro a la vez —recordemos que él es el director titular del coro—. Por cierto, que uno también se llevó una agradable sorpresa al ver que fue también García de Paz quien había escrito las notas al programa.

El recital comenzó con Daniel Oyarzabal interpretando al órgano “Bosch” cuatro obras cortas de cuatro compositores distintos: Batalla de Clarines y Minué de José de Nebra (1702-1768), la Sonata nº 84 en Re mayor de Antonio Soler (1729-1783), el preludio coral Herr Jesus Christ, dich zu uns wend de Johann Sebastian Bach (1685-1759), y una sonata de Domenico Scarlatti (1685-1757). Si bien Oyarzabal mostró en muy breve tiempo una hermosa panoplia de sonoridades y dinámicas, en general, la interpretación de las obras resultó un pelín precipitada y, en algunos momentos, un tanto atropellada.

La segunda parte, ya con Oyarzabal al órgano positivo entre la orquesta, comenzó con tres canciones y villanescas espirituales de Francisco Guerrero (1520-1599): Antes que comáis a Dios, Los reyes siguen la estrella y A un niño llorando al hielo. Las dos primeras canciones son a cuatro voces y la tercera a cinco. Para las dos primeras canciones, el coro estaba conformado por ocho voces femeninas y siete masculinas; luego se unieron cuatro voces femeninas más para la interpretación de la tercera. El asturiano Marco Antonio García de Paz se mueve como pez en el agua en este tipo de repertorio. Son unas canciones con muchas descripciones y figuralismos. Los reyes siguen la estrella resultó muy danzable al ritmo de la percusión, y A un niño llorando al hielo, sonó muy navideña acompañada de la pandereta. La orquesta de cámara acompañó muy bien al coro. Y la gracia y particularidad de la interpretación de estas obras fue precisamente la combinación de orquesta y coro.

Después siguieron dos obras de Johann Sebastian Bach: Ich freue mich in dir (En ti me regocijo) y el motete Lobet den Herrn(Alabado sea el Señor). La primera obra es muy animada y alegre. García de Paz logró muy buenos contrastes y cabe destacar, por su belleza y limpieza, la interpretación de Salvador Barberá al oboe d’amore: emocionante. La segunda obra, Lobet den Herrn, es muy rítmica e incluye una fuga final sobre la palabra “aleluya”. La interpretación del coro fue muy buena, aunque hubo algún momento, sobre todo al comienzo, en que pareció un tanto descompasado con respecto a la orquesta.

A continuación, la soprano Raquel Albarrán y la mezzosoprano Esmeralda Espinosa se unieron a la orquesta y coro —ahora compuesto de 13 voces femeninas y 13 voces masculinas— para la tercera parte del concierto, la más larga: Gloria en Re mayor RV589 de Antonio Vivaldi (1678-1741). Consta de doce números y fue en esta obra donde verdaderamente el coro y la orquesta se lucieron, pero también las dos solistas que hicieron un precioso y alegre Laudamus te a dúo. Tanto Raquel Albarrán como Esmeralda Espinosa demostraron sus cualidades vocales en las respectivas partes como solistas. Estupenda y bella fue también la interpretación de la Raquel Albarrán junto al oboe de Salvador Barberá en el largo Domine Deus. Esta interpretación tuvo su equivalente interpretativo en el Domine Deus, Agnus Dei: aquí los protagonistas fueron Esmeralda Espinosa y Javier Albarés al violonchelo, quienes interpretaron un precioso dúo. Mención especial merece también Borja Antón por su interpretación a la trompeta, y no sólo en la obra de Vivaldi, sino en las anteriores de Bach, aunque uno no lo haya escrito antes.

La obra terminó y el público aplaudió. No lo ha dicho uno antes, pero en cuanto a los aplausos, uno ya ha comprobado muchas veces que, cuando se trata de música clásica —y según qué repertorios—, el público no sabe cuándo aplaudir. Anoche no fue una excepción. Pero digamos que el aplauso final llegó y con él una propina muy especial. Si el repertorio del concierto había sido netamente renacentista y barroco, con la propina volvimos a la actualidad. El coro, las solistas y la orquesta interpretaron una conocidísima canción en un bellísimo arreglo —en alemán, inglés y español— de Guillermo Pita: Noche de paz.

¿Recuerdan al señor del principio? ¿Recuerdan que les dije que se lo imaginaran si eran capaces? Pues bien, la interpretación de los músicos dirigidos por Marco Antonio García de Paz fue de tal hermosura que uno pudo observar furtivamente cómo a un elegante caballero de traje y corbata le vencía la emoción mientras las notas de este popular villancico colmaban las bóvedas de la Capilla Real. A uno no le hizo falta imaginarlo. ¡Ocurrió! Allí estaba, sentado en una silla con las mejillas humedecidas, procurando secarse el rostro con los dedos temblorosos, disimulando quizás una emoción que, en ese momento, probablemente, le resultaba vergonzante. Uno se preguntó entonces qué le estaría emocionando al caballero: ¿la música?, ¿algún recuerdo de un ser querido?, ¿algún momento vivido en familia? Sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta para secar el hontanar de la emoción, pero la emoción lo venció. Inclinó la cabeza cubriéndose los ojos con las manos, en silencio, tan sólo con esa música maravillosa impregnando toda la estancia. ¡Quién le iba a haber dicho al compositor y sacerdote austriaco Franz Xaver Gruber (1787-1863) que su melodía daría tanto de sí! Cuando el sonido de la OCRTVE se apagó en una conmovedor pianissimo, aquel caballero dio la primera palmada con la que el público prorrumpió en aplauso y fue ese señor, conmovido y regresando del particular mundo al que la música lo hubiera transportado, el primero que se puso en pie para aplaudir con emocionado entusiasmo. Y fue él quien, involuntariamente, hizo que el público al completo se pusiera en pie para reconocer la labor del director y músicos. Las musas se habían conjurado para que alguien, aunque sólo fuera una persona, recordara que estaba vivo.

Uno se acercó discretamente al caballero al terminar el acto y le dijo: “Lo he visto emocionarse, ¿fue la música o el recuerdo?”. El elegante señor de traje y corbata respondió sorprendido ante la pregunta: “La música y el recuerdo”. Uno, que es curioso, pero no indiscreto, no se atrevió a preguntar qué recuerdo era ese, pero comprobó que cuando música y recuerdo se abrazan, la emoción brota de algún lugar quién sabe dónde.

A ese caballero y a ustedes, les desea uno buena música y buen recuerdo».

Enlace a la noticia en Scherzo aquí.