Esa sensación de que «allí me planté y en tu fiesta me colé» es la que se tiene cuando cuentas a la gente que cantas en el Coro de Madres y Padres de Peques LDO y solo se quedan con las últimas tres letras, por lo que, con el paso del tiempo, solo recuerdan que cantas en El Léon de Oro y claro, nada más lejos de la calidad…
Y es que, si bien todas las personas que formamos parte de esta cuarta y temblorosa pata del #ProyectoLDO que Jesús Gavito, nuestro director, se empeña en mantener entonada, tenemos un fuerte vínculo sentimental con las otras tres patas (Peques LDO, Aurum y El León de Oro) lo único que hacemos de maravilla es pasárnoslo bien, y de eso tienen mucha culpa quienes nos incitaron a montar este corrillo, (sí, con dos R) Elena Rosso (sí, con dos S) y Marco Antonio García de Paz (sí, con dos nombres), ahora más ajetreado que un broker de NY (sí, con dos bemoles), al que yo personalmente echaba muchísimo de menos a mis espaldas, con su grandiosa voz de bajo y su sarcasmo inteligente y sagaz. Me encantó tenerlo hoy de nuevo divirtiéndose con esta panda de adultos entregados a la causa de la habanera cubana y española.
El motivo del encuentro fue nuestra participación en la semana de las Fiestas de El Socorro en Luanco, durante las que agrupaciones corales de distintos puntos de la comunidad se acercan a compartir habaneras por los locales de la villa.
Y qué mejor lugar para nuestra demostración de buen querer que en el local que abrió el padre de Marco y Julio cerca del puerto de Luanco, y de donde procede el nombre de nuestro buque insignia, «El León de Oro», que ahora regenta Julio García de Paz.
En esta ocasión, como hacía un día más asturiano que cubano (el frío y el viento del puerto eran aterradores), a nuestro querido director, Jesús Gavito, se le ocurrió hacer dos pases: uno dentro del bar «El León de Oro» y otro justo delante de la puerta, en plena corriente del Cantábrico más auténtico.
La cosa salió como salió, pero cantamos a carcajada limpia, lo que hace que con cada actuación rejuvenezcamos un poco más, porque a nadie le amarga un año, sobre todo si es dulce.
Gracias a todas las compañeras y compañeros, directoras y directores, bajos, tenores, sopranas y contraltas, por seguir ahí, año tras año, haciendo del canto una vía de escape, amistad y compañerismo.